30 de enero de 2008

invierno

Adoro levantarme, levantarme y tan sólo, quedarme en la cama.
En esta fría cama que de alguna manera se las ingenia para estar tibia a tu lado.
Adoro más cuando sigues aún en ella.
Esa fría indiferencia mientras duermes, perdido, soñando en algo que seguramente no me incluye.
Indiferencia que poco tiene que ver con tu oculta naturaleza.
Mi mente recorre entonces cada recoveco del camino de anoche, de esa madrugada,
en la que tu cuerpo y el mío al unisono jugueteaban.
Adoro tu vanidad, esa confianza que, por fin, amenaza a la mía.
Me duele conocerte, conocerte y saber que eres tan como yo.
Saber que entre quererte y no, debo escoger lo segundo.
Entonces despiertas, sonríes plácidamente, pues sabes que yo sigo ahí.
Finjo entonces que tus manos son las que me despiertan, que tengo frío y busco tu calor.
Adoro, lo que más adoro, es encontrarlo.

25 de enero de 2008

Que conste que yo no lo dije...

La cuestión es que hablamos de infidelidad, como un fallo respecto a lo fijo, ahí está el error. Yo hablaría de la fidelidad. La fidelidad no es algo natural.


Anabel Ochoa

Muriendo (o no) de amor

No es que muera de amor


No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mí, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros, separados del mundo,
dichosa, penetrada, y cierto, interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos obscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de nuestra muerte, amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mí, quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.

Jaime Sabines

epítome de la nacada


(sin comentarios)

10 de enero de 2008

Papirringos en la polaca

Por cosas del destino, me topé con una página que enlista a los ocho políticos (o gente metida en el tema) más guapos de México... y pues, el panorama es triste y escaso, pero pues, ¿hay que trabajar con lo que se tiene no? Me pregunto si originalmente se pretendía hacer un top diez, pero... nada más se pudo de a ocho.
Lo mejor de esto son los comentarios de Alberto Torres, autor del artículo, lo que lo hacen aún más divertido.

El ranking es el siguiente:
8. Jorge Castañeda
7. Juan Ramón de la Fuente
6. Juan Camilo Mouriño
5. Marcelo Ebrad (!)
4. Federico Döring
3. Santiago Creel
2. Jorge Emilio González

Y en primer lugar... Enrique Peña Nieto.

En lo personal me encantó el comentario de "... es un sex simbol que inspira y provoca malos pensamientos con su rostro perverso y arrogante; cuantas porquerías no habrá hecho el hombre". Para saber de quién se está hablando... chequen por favor en Anodis (¿olvidé mencionar que se trata de una publicación gay?).